TP-04A – El corazón es un niño: espera lo que desea

“El corazón es un niño: espera lo que desea”

 Juan 10, 1-10

Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)

La vergüenza y la inseguridad hacen parte de mi vida.
Es una emoción tan potente que desde pequeñitos nos apresuramos en construir la puerta que protege la intimidad.

Sabemos que con ello nos pasa algo parecido a lo que Tagore sugiere cuando escribe: “engarza en oro las alas del pájaro y nunca más volará al cielo.”

El enigmático evangelio de Juan, buen conocedor de la psicología de las “ovejas”, ilustra cómo ser persona alegre, libre y a la vez, protegerse del ladrón que escudriña cómo robarte la intimidad.

El truco, dice el evangelio, es elegir la puerta adecuada para tu hogar.

Me gusta cómo lo cuenta el teólogo Fray Miguel de Burgos: “La imagen de la puerta es la imagen de la libertad, de la confianza: no se entra por las azoteas, por las ventanas, a hurtadillas, a escondidas. Es la imagen, pues, de la confianza. En el Antiguo Testamento se habla de las puertas del templo: «Abridme las puertas del triunfo y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor, los vencedores entrarán por ella» (Sal 118,19-20). Las puertas del templo o de la ciudad eran ya el mismo conjunto del templo o de la ciudad santa (es una especie de metonimia, con lo que se expresa el todo por una parte). Por eso dice el Sal 122,2: «ya están pisando nuestros pies tus puertas Jerusalén». Pasar por la puerta era ¡el no va más! para los peregrinos. Ahora Jesús es como la nueva ciudad y el nuevo templo para encontrarse con Dios. Porque a eso iban los peregrinos a la ciudad santa a encontrarse con Dios”.

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

¿Por qué Jesús se propone como la puerta? Quiere que lo escuchemos con el corazón y de corazón.
¿Qué desea trasmitir? Que queramos abrir la puerta de nuestro interior a la “realidad” de la Vida.

En general,  la infancia es un momento que recordamos con cariño. Es una nostalgia  consciente de que no es posible revivir aquella felicidad e inocencia.
Pero si te paras a pensar, coincidirás conmigo en que aquellos no eran años felices porque estuvieran exentos de problemas. Sino que lo eran porque había personas que cargaban con las preocupaciones de la vida. Aquellas personas, con nombre de madre o de padre, lo hacían porque tú y yo éramos para ellos un proyecto ilusionante que amaban.

Pero, con los años y las vivencias hemos dejado de creer en la magia para transformarnos en “realistas” convencidos.
Así que ahora es el Dios de Jesús quien siente un enorme problema: ¿cómo conseguir que queramos abrirle a Él la puerta de nuestra intimidad? ¿Qué puede hacer para que le dejemos entrar a Él y no al primer embaucador que nos engatuse?

Cada padre sabe mejor que yo que cuando nace el bebé no tiene conciencia de ser una persona.
Por eso se apega a su madre; y ese vínculo afectivo aderezado de cariño, consigue que ese tierno mamón vaya siendo consciente de que es una persona distinta a su madre, que debe ir tomando decisiones y asumir sus consecuencias.

Es exactamente esa la preocupación de Papá/Mamá Dios: ¿cómo conseguir que le dejemos entrar en nuestro interior?
Y… ¿cómo animarnos a quitar miedos y vivir la aventura de la Vida con decisión, sintiéndonos respaldados por Él?

Me encanta como afronta Jesús este reto. Creo que todo lo que hace Jesús, después de su Resurrección se asemeja mucho a lo que hacen un padre o una madre cada día para que su pequeño vaya dando pasos en la vida con valentía.

Así, si vives que la vida te decepciona, recuerda que a pesar de todo lo derrotado que te puedas sentir, Jesús se hace el encontradizo y en el camino, como los dos de Emaús, puedes vislumbrar la “realidad” con los ojos del corazón.

Si eres persona crudamente realista recuerda la propuesta de Jesús a “Tomás el incrédulo”: «trae tu mano y métela en mi costado». Porque el reto es igual de crudo ¿te animas a compartir intimidad con Dios y a meter tu mano en ese costado?

Así que la propuesta de Jesús es para aventureros, provocadora y vivencial: ¿deseas saborear la Felicidad como cuando eras un niño, pero… non ya con inocencia sino con la conciencia que has adquirido?

Pues no lo dudes: “pon en tu aprisco una puerta que merezca la pena”

Y así tendrás Vida. . . y abundante.

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