TO-16A-“Si quieres hacer sonreír a Dios, cuéntale tus planes”

“Si quieres hacer sonreír a Dios,
cuéntale tus planes”

 Mateo 13, 24-30

Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)

A veces es bueno ser también malos.
No es razonable pensar que debamos ser solo “buenos”.

Me divierto y sonrío cada vez más al leer los textos escritos por los evangelistas.
Y es que me sorprende cómo aquellos que los escribieron desgranan cómo la buena noticia de Jesús va entreverada de brochazos de una humanidad apasionada.

La parábola que relata Mateo puede ser una descripción de nuestra propia vida personal:

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente diciendo:

«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”.

Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”.

Los criados le preguntan: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.

Pero él les respondió: “No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”».

Mateo escribe esta parábola en el contexto del judaísmo que Jesús vivió.
Ya entonces, como nos sucede hoy, a la humanidad nos divierte etiquetar a las personas.

Así nos empeñamos en ir construyendo una religión solo para “buenos”. Y Dios sabe que esto no es posible.

Lo cierto es que ya entonces, como hoy, muchos profetas se dejaron la vida en trasmitir que la misericordia es un ingrediente que hace parte del ser humano.
Y que, aunque parezca imposible, es un ingrediente que utilizan la mayor parte de las personas.
Y es que la mayor parte de los seres humanos son padres. Y todos, absolutamente todos somos “hijos”.

Piensa, en ti, en lo que sientes como Padre, como Madre, cuando cualquiera de tus hijos vive su vida.
Unas veces te agrada más que otras…
Pero siempre se activa en ti, en tus entrañas, esa paciencia que borbota desde tu amor misericordioso.

Por ello creo que esta parábola trata de trasmitir que para el Dios de Jesús la religión que merece la pena no se mide por cuán perfectos son sus hijos, sino por las entrañas de misericordia que, sin cansancio desparrama el corazón de los padres.

Por supuesto, cada madre y cada padre desea que su hijo o su hija sean “maravillosos”, es decir “felices”, o lo que es lo mismo pero dicho en lenguaje bíblico: que “vivan la vocación a ser santos”.

Pero, también sabes, cómo el corazón de cada padre y madre se llena de gozo cuando sus hijos se acercan cariñosos a pedir consejo. Sin importar si sean buenos o malos. Son hijos.

Algo así es la verdadera entraña que mueve la religión de Jesús.
También a Él le emociona que tú y yo vivamos la confianza de, cariñosos, acudir a Él sobre todo cuando lo necesitamos.

Me gusta pensar que el mismo Jesús lo experimentó así de María y de José, “los mensajeros de Dios”.

Y comprendo que Jesús desee trasmitirlo a todos.

Quizá fuera en Nazaret donde Jesús mamó el mensaje que trasparenta una parábola como ésta del trigo y de la cizaña: “la paciencia de Dios-Madre-Padre hace palpable el perdón y la misericordia entrañables”

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