Amar es querer construir la casa de todos
Lucas 6, 27-38
Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)
Muchos jóvenes y no tan jóvenes, creen que el AMOR cuanto más espontáneo más genuino.
Lo cierto es que el banco de pruebas que supone la experiencia de querer construir un hogar sugiere que el amor no se realiza en una entrega ciega, inmediata y sin planificación. Algo así sucede con el amor entrañable por los hijos. Borbota inmenso del alma y mágicamente se transforma en una opción de vida.
En la práctica, termina siendo un compromiso de amor que acapara toda la persona y para toda la vida.
También el Evangelio es una propuesta de vida que se transforma en exigencia para quien la acepta y se compromete. Así ocurre, por ejemplo, con la propuesta de Jesús “ama al prójimo como a ti mismo”.
En la vida, lo natural es pensar en sí mismo. Lo vemos en los niños.
De la misma manera, lo común es que cada uno se preocupe de sus propios asuntos.
Por eso la determinación de “amar” en el ámbito de una familia supone una propuesta a la excelencia.
Así ocurre con los padres. Si se preocuparan por los hijos solo porque son “suyos” necesitarían cumplir exclusivamente con lo que establece la ley: velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y proporcionarles una formación integral.
Pero esos mismos padres siempre nos sorprenden porque van mucho más allá. Su amor protege y acompaña pero también consuela, comprende, es paciente y perdona; sobre todo perdona.
Algo semejante sucede cuando alargo el ámbito de las relaciones a las amistades.
Observo que, aún siendo agradable y atractivo el disponer de amigos, del mismo modo soy consciente que debo elegir conjugar el “quererles como a mí mismo”.
Siendo realistas conservar un amigo requiere una inversión de tiempo y un coste emocional que hace que sea muy complicado disponer de muchos y buenos amigos a la vez. La experiencia dice que conservar un amigo de verdad requiere, incluso en los buenos momentos, determinación.
Este trozo de evangelio de Lucas, va más allá y te propone alargar de forma exponencial el ámbito del amor.
Es una propuesta tan espectacular que creo no vaya dirigida a todos, sino “a ti que me escuchas”. Es decir a ti que sabes lo que es amar a los “hijos”; a ti que vives la exigencia que implica construir familia o comunidad; a ti que te esfuerzas por ser próximo y cultivas amistad.
Al trascribir el texto de Lucas me he permitido sustituir “enemigos” por “todos”. Porque para Jesús y sus coetáneos, “enemigo” es toda persona que no es amiga, que no es de los tuyos, de tu gente y de tu tierra.
También he dejado solo las afirmaciones, sin los contrastes:
Ama a todos, haz el bien aunque te odien, bendícelos a pesar de que te maldigan, reza por ellos aún cuando te calumnien.
Al que te pegue no se la devuelvas; al que te robe hasta tu ropa, no le impidas que tome lo que necesite. A quien te pide, dale; y aunque se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Trata a los demás como quieres que te traten. Aún más, ama a todos, incluso aunque no sean amigos; haz el bien y presta a todos sin distinción y sin esperar nada de ellos.
No juzgues; no condenes; perdona; da.
¿Observas cómo este texto desea evidenciar lo que vive realmente todo corazón de padre y de madre? ¿Ves que también describe en qué consista ser un buen amigo?
Por eso, creo que Jesús te dirige a ti que ya amas, una propuesta a la excelencia. Y te sugiere:
– ¿Deseas colaborar con Dios en trasformar este mundo nuestro en una casa de todos?
– ¿Te animas a experimentar cómo a tu corazón de padre y de madre le ocurre como al del Padre-Dios?
No tengas miedo. Aunque te preguntes cómo podremos ser capaces de tener un corazón tan grande y con tanta disponibilidad de tiempo. No lo dudes. Pienso que este sea el camino genuino para experimentar y comprender, cómo sea posible que, también nosotros, lleguemos a ser eternamente felices.