Serenidad
Mateo 25, 1-13
Por José Ramón Ruiz Villamor – Sacerdote (miembro de Congregación de San José)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.
Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
“¡Qué llega el esposo, salid a su encuentro!”.
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las prudentes:
“Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.
Pero las prudentes contestaron:
“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo:
“Señor, señor, ábrenos”.
Pero él respondió:
“En verdad os digo que no os conozco”.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
El Jesús, que compara el reino de los cielos con las bodas me resulta sorprendente. Me cae simpático cuando no se fija en los esposos y evidencia personajes curiosos como en el evangelio de hoy con las diez doncellas de la esposa; o en el padre del novio que invita a las bodas de su hijo, donde en Mateo es un rey y en Lucas es “un hombre”.
El texto de Mateo, ayuda a centrar así la atención en ti o en mí, que no somos los novios, ni los protagonistas y sí una de las diez doncellas que Jesús dice “se parecen al reino de los cielos”.
Por algún motivo que desconozco, tenemos tendencia a distinguir a las prudentes de las necias cuando, en realidad Jesús compara el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.
Personalmente, me cuesta creer que Jesús en el evangelio desee identificar a las prudentes con las personas buenas, que merecen el premio y a las necias con las pecadoras, que merecen el castigo.
Es más, creo que cada uno somos a ratos un poco de cada.
Incluso si me paro a pensar, creo encontrarme entre las doncellas que se han quedado fuera de la celebración. Pero no por ser persona distraída.
Me conozco, lo que soy es un poco tonto en estas cosas y seguro que, hubiera llevado aceite de sobra y que, incluso, si no hubiera alcanzado, me habría propuesto para ir a comprar el aceite necesario para todas.
Pienso que el interés de Jesús sea trasmitir un mensaje distinto.
Te propongo que pienses en las preocupaciones y en las alegrías que rodean tu vivir hoy.
Creo que Jesús desea que hurgues en tu interior. Que reconozcas cual es o son los motivos que provocan en ti que desees seguir pensando en los demás en lugar de desentenderte y retirarte a bien vivir.
Piensa que tú eres una de las diez doncellas. No son azafatas contratadas para la ocasión. Eres una de las amigas que la novia ha seleccionado para que la acompañen en el momento más significativo de su vida.
Y tú, como yo, hemos aceptado sacrificar tantas cosas por cumplir nuestra vocación.
En ocasiones puedes tener la sospecha de si a esos sacrificios, que van a pachas con las alegrías, les estés dedicando una atención tan intensa que, sin darte cuenta, te estén robando vivir la felicidad, la real aventura de la vida.
Con el mensaje de este evangelio, creo que Jesús, tú y yo damos por supuesto que el camino de la felicidad se anda cuando te sientes hija o hijo del Padre Dios. Sin más. Y así entiendo la comparación de Jesús: “el reino de los cielos se parece a diez doncellas…”.
También pienso que ser hijos no siempre implica obedecer a pies juntillas lo que desea la madre o el padre. Sino más bien que al andar recuerdes quién eres.
Es en ese andar la vida, donde Jesús desea que prestemos atención.
De tal modo que creo sugiera:
“No son las alegrías las que iluminan tu jornada, o las tristezas las que la nublan; esos son acontecimientos que no cambian la realidad: eres mi hija, eres mi hijo y te amo. Confía en ti misma, cree en ti mismo porque Yo estoy contigo. Vive la alegría en plenitud y no tengas miedo, porque eres mi hijo y mi hija”.
Deseo que tampoco te apesadumbres por la expresión de Jesús “En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
Esa expresión se la dice Jesús a aquellos cabezones que tenía de coetáneos. Es una forma de dirigirse a aquellas personas y su modo de entender la vida.
Tú y yo sabemos cuál es el día y la hora: cada momento en el que reconozco que Dios Padre se hace presente en mi vida; esa es la hora en que se realiza el reino de Dios en mí y en las personas con las que comparto mi vivir.
Las circunstancias actuales nos empujan, a veces dramáticamente, a vivir lo que la vida nos presenta con temor e incertidumbre.
La propuesta de Jesús es que al vivir como hijo e hija del Padre-Dios, aunque sientas que estás fuera, a la puerta, no te entristezcas ni te entre el temor.
Porque, aun así y con todo, el amor y la providencia hacen parte de tu vida.
Cuando eso ocurre estoy andando el camino de la fe y de la felicidad.
A la siguiente celebración de boda que te inviten de doncella, encontrarás motivos de alegría para llevar el aceite y a lo mejor, haces el tonto y vuelves a llevar demás.