Semillas de primavera
palabras de vida
Mateo 13, 1-23
Por José Ramón Ruiz Villamor – Sacerdote (miembro de Congregación de San José)
Este texto de Mateo me gusta porque es un poco “tramposo”. Imagínate la escena donde alguien hace de mago y se divierte al contemplar la expresión de sorpresa del niño mientras saca unas monedas de detrás de su oreja. Ese mago es un tramposo simpático porque utiliza el tintineo de las monedas y su habilidad para captar la atención del niño. Algo así hace Jesús.
Al escuchar este texto, a todos nos pasa lo mismo: se nos va el pensamiento a la parte que dice:
Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe. Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril.
Y para rematar, como provocando, termina diciendo:
Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno
Tengo la sensación de que, en el fondo, esa “trampa” trata de captar mi atención y sugerirme que compruebe si estoy algo despistado o si, realmente, lo bueno y lo auténtico hacen parte de mi vida.
¿Qué es lo bueno? la fuerza de vida que lleva la semilla y que tu interior alberga.
¿Dónde está el auténtico? En la invitación: “contempla tu vida desde la Vida”.
Permite que te lo trasmita con algunos retazos de vida:
pienso en personas que se ha convertido en autómatas; en matrimonios que viven en la tristeza y en la incomunicación; en jóvenes sin constancia; en la amistad que se rompe; en el hartazgo por las vivencias que oprimen con insistencia; en la indolencia de algunas personas en imponer lo que creen son sus derechos; en amores que esclavizan.
¿Es este tipo de “tierra” irremediablemente mala? Desde mi punto de vista, no. Sugiere el evangelio: “si no ves que la felicidad haga parte de tu vida, no olvides que la Semilla siempre alberga vida.
¿Qué propone el evangelio para dejar que nuestra vida recupere la alegría? Que me vea tal cual soy; que encienda la luz sobre lo que valoro; que tome conciencia de lo que realmente me importa. Y que, como si de un dibujo sobre un papel cebolla se tratara, tenga la valentía de sobreponerlo todo ello sobre la propuesta que Jesús me sugiere. Y lo contemple, sonría y siga.
Para ayudarnos mutuamente con ello, te cuento que una trampa que el evangelio utiliza es hacerte pensar que el sembrador sea como un mago que se divierte distribuyendo la semilla por todo tipo de terreno. Algo así como cuando de pequeños nos reíamos de los percances que les ocurrían a los payasos del circo. Pensar así es ponerle poco sentido común. La realidad es que el sembrador esparce puñados de semillas sobre el cuidado terreno de tierra buena. Solo cuando ese sembrador se acerca al ribazo puede ocurrir que semillas caigan al borde del camino, entre zarzas o en terreno pedregoso.
Si observas coincide con lo que tú realizas cada día: regalas vida y a manos llenas tratando de conseguir con ello que otros tengan una vida más plena. A veces no todo resulta como deseas. También San Pablo, en la carta que escribe a los Romanos, contaba esa misma experiencia de hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero (Romanos 7, 18).
Otra trampa que, pienso, esconde el texto, es que creas que tu tierra esté situada fuera de esa tierra que el agricultor ha preparado con mimo. Algo así como si la vida te tratara injustamente o que la mala suerte fuera tu aliada.
Si piensas así, te puede estar ocurriendo lo mismo que pasa con las “trampas” que la vida presenta naturalmente, sin que las busquemos.
Tú y yo sabemos que, cuando menos lo esperamos, la vida nos sobresalta. Y entonces podría ocurrir que tu jornada esté aderezada de dosis de desilusión, de miedo y agarrotamiento, y que ansías y esperas que las circunstancias cambien.
La propuesta de Jesús es muy sencilla
Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó (….)
Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».
La sencillez del mensaje desea asegurarte que el sembrador sale a sembrar, siempre. Que esparce la semilla a puñados, siempre. Que cada grano de semilla que cae en tierra alberga germen de vida, siempre.
Desde el momento que entra en contacto con la tierra de la que estamos hechos activa y da rienda suelta a la vida que lleva dentro. ¿Alguna vez falla? No. Siempre es así.
¿Hay forma de que la semilla deje de cumplir su vocación y desencadene la vida en nosotros? No. Siempre que la acogemos, se activa.
El evangelio sugiere, que ese germen es el embrión que hace nacer, crecer y desarrollar la Buena Noticia del Reino, la Vida que llevas dentro, la que tu padre y tu madre te transmitieron y que a tu vez deseas trasmitir a quien, entrañablemente, amas.
También desea que contemplemos con claridad que del mismo modo que la semilla al arraigar en tierra buena empapada de humedad, arranca el proceso de germinación rompe su cáscara, desencadena el crecimiento de la planta.
Esa es la vida que, sabes, cada día nos toca. También sabemos, ambos, que cuando la planta crece la semilla ya no existe: ha dado la vida a cambio de esa planta que producirá fruto.
El Agricultor de la Vida sabe que esto es siempre así, que hay años buenos y otros malos, pero que la semilla siempre lleva Vida en su interior.
Me gustaría que, al leer estas líneas, en tu corazón anidara con serenidad, la certeza de que en tu interior albergas la semilla de la felicidad. También desearía que vivieras esas experiencias de vida que te están haciendo sufrir como parte de un proceso que permite que emerjan algunas de tus mejores cualidades. Algo parecido a lo que hace la semilla: al romper la dura cáscara, consigue que la planta desarrolle su vida.
Recuerdo la página Facebook de una persona que se preocupa por ayudar a otras personas. En ella publicaba una foto del Coliseo de Roma a contraluz; por sus famosos arcos entraban sorprendentes haces de luz que contrastaban con la oscuridad del frente. El sugestivo efecto explicaba visualmente muy bien el mensaje que deseaba trasmitir: Cada herida puede ser una grieta por donde entre la luz.
Deseo que te sientas querido, que vivas a la vez el enamoramiento y la paz.
Pretendo que puedas seguir caminando y que, al final del día, al quitarte los zapatos encuentres el modo de sonreír. También de agradecer por lo que te aportan las experiencias, todas, sean como sean. Que cada una te ayude a ser tu mismo o tu misma.
Te auguro que el perdón haga parte de ti y permita sacudirte el polvo de los fracasos y aceptar el cariño de Dios y perdonar a quien te odia.
Deseo que conociéndote más auténticamente puedas reinventarte y robustecerte, a pesar de la heridas o, quizá, gracias a ellas.
Anhelo que todo ello ayude a que los que te conocen reconozcan tu originalidad y a través de ti la sonrisa de Dios.
Me gustaría que te sintieras libre y que siguieras siendo valiente en cualquier circunstancia y ante cualquier persona, incluso ante los que se entrometen en tu vida.
Deseo que tu persona sea realmente dichosa y que lo seas porque sientes que acoges la Vida del Padre.
Te agradezco que seas parte de esta gran familia que, entre todos los que así creemos, construimos.
Y permíteme una última sugerencia. Te propongo que, en uno de tus paseos, cuando encuentres un campo de trigo, puedas arrancar una de sus espigas. Solo una. Que sea una buena espiga.
Desgránala frotándola entre las palmas de tus manos. Cuando veas que los granos se han soltado de la espiga sopla con cuidado y con fuerza para espantar la cáscara. Y cuenta los granos.
Te sorprenderás cuando, compruebes que esa espiga que has elegido, fruto de los modernos sistemas de cultivo, tiene poco más de veinte granos.
Y ahora lee el texto de Jesús: Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta
¿Ves lo sorprendente?: hace más de dos mil años Jesús hablaba de un rendimiento del 30, del 60 y del 100. Eso es que, con su siembra, cada grano producirá espigas con al menos 30 granos. ¡Asegurados!
¿Comprendes ahora la trampa de Jesús? ¿Recuerdas cómo tu y yo estamos modelados de tierra roja-sangre? ¿y que llevamos en nuestro ser el espíritu del Padre que anima nuestra persona? ¿Lo recuerdas?
No te lo olvides, por favor.
No te dejes engañar porque haya momentos o circunstancias donde las heridas duelan. No te desesperes o pienses que el futuro sea incierto.
Recuerda que en ti, en tu vida, llevas la semilla de ser hijo de Dios.
Que esa certeza te impulse a vivir la paz, a combatir el rencor; a sentirte persona perdonada y querida.
Que esta seguridad te impulse a seguir trasmitiendo a quien te rodea que eres persona creativa y constructiva y agradecida. Y que merece la pena serlo.
Que esta confianza te lleve a vivir, activamente, la sencillez del evangelio y a desenmarañar con ella dónde está el campo en el que se esconde la perla de gran valor.