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Saber esperar

Mateo 13, 24-30

Por José Ramón Ruiz Villamor – Sacerdote (miembro de  Congregación de San José)

Para que mi propuesta te resulte más clara te propongo que primero leas parte del texto del evangelio de Mateo:

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente diciendo:

El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña.

Entonces fueron los criados a decirle al amo: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”.
Él les dijo: Un enemigo lo ha hecho”.
Los criados le preguntan: ¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.
Pero él les respondió: No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.

Este trozo de evangelio hace parte del capítulo 13 de San Mateo. Es el capítulo de las parábolas. La de hoy tiene continuidad con la del sembrador que sale a sembrar semillas de vida y se engarza con la del grano de mostaza y la de la acción de la levadura en la masa.

Si lees el capítulo 13 de Mateo todo seguido observarás que todas las parábolas empiezan con la coletilla “El reino de los cielos se parece a…”.

Voy a ponerme la venda antes de la herida y a pedirte que, si durante esta reflexión piensas que soy un optimista redomado, dejes de leer y lo aparques. Esa no es la idea con la que deseo que llenes tus bolsillos.

Hoy te pido, de nuevo, que no te distraigas con la cizaña. Te ruego que no pienses en si, eres buena persona, eres trigo y si, mala, eres cizaña y entonces terminas en la hoguera.

Estoy convencido que el interés de Jesús sea que tengas la certeza de que haces parte del grupo del sembrador que siembra semilla buena.

Para convencerte de ello fíjate en este texto que ahora te trascribo y que es una curiosidad. Se trata del dicho 57 del evangelio apócrifo, denominado comúnmente “Evangelio de Tomás”:

Dijo Jesús: «El Reino del Padre se parece a un hombre que tenía una [buena] semilla. Vino de noche su enemigo y sembró cizaña entre la buena semilla. Este hombre no consintió que ellos (los jornaleros) arrancasen la cizaña, sino que les dijo: No sea que vayáis a escardar la cizaña y con ella arranquéis el trigo; ya aparecerán las matas de cizaña el día de la siega, (entonces) se las arrancará y se las quemará».

A este evangelio, se le considera “apócrifo” porque su pensamiento de fondo  es gnóstico, no te confundas con “agnóstico”. No me extiendo en ello.

En cambio deseo que sepas que hay estudiosos que consideran que este dicho 57 pueda ser un texto antiguo y cercano a la parábola que realmente contó Jesús. Se parece mucho al texto de Mateo.  Deseo resaltar un matiz que se nota en ambas narraciones: el contraste o problema para Jesús no está entre la semilla buena y la semilla de cizaña sino entre el sembrador con buena semilla y el enemigo que tiene interés en estropear la cosecha.

Piensa en tus dudas cuando te preguntas si aquella decisión que tomaste fue la correcta o si deberías haber tomado otra. Me encanta la sensibilidad de Jesús cuando nos traslada la real forma de sentir del corazón del Padre cuando al decir dejadlos crecer juntos hasta la siega, te sugiere: no te acobarde el resultado de tus decisiones y sigue tomándolas, pequeñas o de envergadura.  No dejes de combinar la valentía que viene del sentirte en familia con la sugerencia de Jesús que te anima a que sigas manejando el “saber esperar”.

Cada día vivimos en la espera.

La incertidumbre y el sufrimiento hacen parte de la espera. Cuando eres joven y estás enamorado o enamorada la espera es un sufrimiento; si eres adulto y tienes hijos la vida es una espera y sufrimiento; si soltero o soltera… no cambia; y tampoco cambia si la enfermedad se presenta en tu vida o en la de una persona cercana. Cada día vivimos en la espera y, como si de un hermano gemelo se tratara, en el sufrimiento.

Te anticipo que no tengo la receta milagrosa para que sea de otro modo. Pero… deja que te cuente lo que, en el fondo, desea el evangelio.

Para ello, entre todas las esperas que la vida te plantea como ingrediente, deseo que selecciones aquellas donde amas o, mejor, donde lo que tienes que decidir afecta a las personas que quieres.

La propuesta del evangelio es que pienses en ti como persona completa, sin dualidades. El mal no está en ti, aunque comparta tu vida. Deseas y te afanas en que lo bueno crezca. Por eso, tampoco puedes ser mala persona.

Para Jesús, en el evangelio, malo es quien activamente provoca que el pequeño, el sencillo, deje de creer en la fuerza de la Vida que alberga su corazón. Mala es aquella persona que siembra en ti la sospecha que tu esfuerzo por la vida tenga sentido.

El resto, como tú y como yo que creemos, somos todos aprendices de sabios.

Me encanta la actitud templada y confiada del sembrador de semilla buena. Porque con su sabiduría añade profundidad a la vivencia sobre todo cuando va de la mano del sufrimiento. Algo así como en la buena cocina donde la dedicación, el mimo y el tiempo son ingredientes necesarios.

¿Hay modo de mitigar el sufrimiento? o ¿se puede conseguir que, al menos, tenga sentido? Sí. Sin duda. Cada vez que hay amor, sobre todo amor entrañable, el sufrimiento adquiere sentido. Porque, en esta receta que lleva el ingrediente del “saber esperar” el sufrimiento es requisito imprescindible para que la persona amada crezca y se desarrolle en libertad.

Piensa en ti y en tu hijo o hija si lo tienes y observa cómo, cada día, estos ingredientes hacen parte de su historia y de la tuya.

Tenemos un instinto natural, que hace parte de nuestra cultura y que nos lleva a ser perfeccionistas, a procurar que todo esté bien y tratar de evitar que, nunca, nada salga mal. La parábola del Evangelio anima a saber esperar en la confianza.

El evangelio, además, desea darte otro motivo, para que sientas confianza: cada parábola empieza diciendo “el reino de los cielos se parece a…”.

Permite que cambie esa expresión por otra semejante, que dice lo mismo pero de otro modo:  

Vive en la confianza de que haces parte de la familia del Padre/Madre Dios. También tú siembras Vida.

Vive la certeza que tú y tu corazón, hacéis parte de ella.

Sonríe  cuando las semillas que esparces te parezcan tan diminutas como las de un grano de mostaza. Tú sabes que llevan tanta Vida, tanta fuerza, como la semilla que tu Padre Dios, ha puesto en ti, con amor.

Que tu corazón se llene de agradecimiento cuando experimente que la vida, que generosamente regalas, es tan potente que todo lo transforma, como el fermento hace masa de la harina y, con el calorcete del horno, pan.

Como la Madre Dios sabe que tu corazón crece feliz en libertad, así tú confía en la Vida del corazón de aquellas personas que amas.

Siempre es así: sembrar y saber esperar. Los frutos…, esos, no los recoges tú.

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