Mírate a los ojos. ¿Qué ves?
Mateo 11, 2-11
Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)
«Usted perdone», le dijo un pez a otro, «es usted más viejo y con más experiencia que yo y probablemente podrá usted ayudarme.
Dígame: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes, sin resultado».
«El Océano», respondió el viejo pez, «es donde estás ahora mismo».
«¿Esto? Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano», replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte.
Esta linda fábula de Tony de Mello sugiere bien cómo le gusta a Jesús que vivamos la vida.
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».
Jesús les respondió:
«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
los ciegos ven, y los cojos andan;
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen;
los muertos resucitan
y los pobres son evangelizados.
¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?
Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito:
“Yo envío mi mensajero delante de ti,
el cual preparará tu camino ante ti”.
En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».
Escribió una vez Pablo Neruda, para terminar uno de sus poemas de amor: Me gustaría hacer contigo, lo que la primavera hace con los cerezos.
Comentando una vez con amigos sobre esos dos versos pensábamos que, en primavera, no sólo los cerezos, sino en general los frutales, el monte bajo, toda la vegetación, de repente surge de su letargo y empieza a echar brotes.
De las ramas peladas y muertas empieza a aparecer la vida teñida de verde. En las ramas cada árbol frutal, como los cerezos, brotan las yemas que estallan en flor y como por ensalmo, el árbol pelado se cubre de una borrachera de flores que te hacer sentir exultante.
Este texto de Mateo es como escuchar a Dios recitar al oído el poema de amor de Neruda.
Es como si Dios me hablaba con serenidad y me hiciera una promesa:
“Querido jr, alégrate, tu corazón florecerá; confía en mí. Yo camino contigo en el páramo y en la estepa. Y cuando menos te lo esperes hasta el mayor de los secarrales se tornan en gozo y alegría… porque yo tu Dios necesito que lo hagas por mí.
Quiero que florezcas, quiero que seas una flor en este mundo donde hay más flores, muchas más personas que también confían en mi cariño; y entre todos consigáis que sea primavera”.
Por eso, mi invitación a ti, al escuchar la Palabra de hoy es… ¡párate! Escucha la promesa.
Dios te susurra un poema de amor; porque sabe que sintiéndote amado por Él vivirás la esperanza.
Espera el agricultor; espera él cuando pacientemente deja pasar los días, y aunque no sepa exactamente cuándo será, pues depende de muchas circunstancias, está atento a que aparezcan los primeros brotes para, entonces, ponerse a abonar y estimular que florezca en plenitud.
Espera la madre, espera cuando el hijo empieza a crecer, espera que tenga salud, y suerte y que recuerde la semilla del cariño que ella va sembrando.
Espera ella o él, me da lo mismo pues tengo una buena lista de nombres, que ya es mayor y vive sola, espera que sus hijos vuelvan.
Espera … ella o él, que le digan cuando la operan… la rodilla y la cadera, la vesícula o el corazón … y le quiten los dolores y pueda volver a vestirse de sonrisa.
Espera …. ella o él, que pase el tiempo de la espera y la Navidad y vuelva el pan nuestro de cada día porque estos días vienen cargados de esperanzas antiguas y nuevas.
Y esperamos tu y yo, cuando a pesar de las malas noticias que cada día nos llegan… sabemos vislumbrar esos brotes que dan sentido a nuestra espera.