TC-02C – Mira al cielo y cuenta las estrellas

“Mira al cielo y cuenta las estrellas”

 Lucas 9, 28b-36

Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)

Quien se casa y hace familia se transforma. Igual que quien consagra su vida a Dios y a los otros.
El proceso es tan intenso como  lo es para al grano de trigo que primero es harina y luego pan.

La persona que decide construir una familia o consagrar su vida vive una «vocación». Se siente empujada,  llamada, a dedicar su vida a la tarea de buscar la felicidad de otras personas.

Es curioso cómo, a la par que desgranamos nuestra propia vocación y alimentamos la felicidad de otros, nos damos cuenta que hacemos parte del misterio de la vida.
Y también que la satisfacción de ser constructores de vida va aderezada de incontables sinsabores.

Seguramente por eso, es de admirar el esfuerzo de cada persona que, al realizar su vocación, construye y aglutina. Y provoca que deseemos sacar lo mejor de nosotros mismos.
Porque mientras alimentar la convivencia es exigente y pide la colaboración de muchos, basta el desinterés y la crítica de una sola persona para destruirla irremediablemente.

Y es que, realizar la propia vocación, no sólo un rato, sino cada día, necesita de una clara determinación.

Pienso que ese sea el sentido de las respuestas de Jesús a las famosas tentaciones: invitarnos a afianzar los auténticos motivos que sustentan lo que creemos.

Así cuando cada nuevo día me pregunto qué razones hay para la alegría, o qué hace que merezca la pena esforzarse por ser un buen sacerdote, o seguir sacrificándose por los hijos, o…

En esos momentos comprendo a Jesús. Entiendo que necesite sumergirse en aquel desierto y afianzar la vocación que todos esperan de Él.
Así las tres “pruebas” plantean la misma cuestión de fondo: ¿qué supone Dios para mí?».
De algún modo, todos vivimos a lo largo de la vida experiencias que nos plantean la posibilidad de vivir prescindiendo de Dios; la posibilidad de renunciar a Dios y la posibilidad de servirse de Dios en beneficio propio.

Creo que las respuestas de Jesús son vivenciales y manifiestan la valentía de anclar la propia vida en una certeza: “el Padre Dios te ama y necesita que mires a los ojos de cada persona y lo ames.
Jesús sigue la misma senda de toda madre cuando recibe en brazos a su hijo, a su regalo de vida.
La determinación de “ser madre” es tan intensa que a pesar de las decepciones que le llegarán por transformar su vida y alimentar al regalo de sus entrañas, ella permanecerá fiel a su vocación de madre.

Deseo que este sea el trasfondo que tengas al leer el trozo del evangelio donde Lucas narra la subida al monte Tabor.

En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba,
el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Es hermoso contemplar en este texto la ternura del corazón de Dios.

Ese mismo corazón de Padre que acompaña a su Hijo y a cada hijo en el propio camino de la vida y se enorgullece de su vocación.

Este texto refleja el sentir de Dios que desea afianzar en cada hijo los mensajes que cambian el modo de ver la vida.

Así entendemos la valentía de Jesús cuando nos vaya trasmitiendo mensajes tan sorprendentes como “no ames solo a tus amigos, haz lo extraordinario, ama a tus enemigos”.

Es la vivencia de los padres cuando desean construir familia.
Es también la insistencia de Dios para convencernos que merece la pena trabajar por la familia humana.

Lo vemos en estos días. ¿Cómo atreverse a decir a quien te masacra «reza por quien te odia»?

Creo que el mensaje que esconde la narración de Jesús en el Tabor, es sencillo:

  • No tengas miedo cuando al vivir tu vocación sientas que la vida te crucifica.
  • Sigue lo que te sugiere tu corazón, deja que el amor mueva tu voluntad y súbete a esa cruz con pasión.
  • Y confía siempre en mí, porque haré que vivas tu Resurrección».

Eso es la “vocación”.
Es saber que hay alguien que te necesita y te lo pide.
Es confiar en la promesa de que tu vocación se cumplirá.
Es vivir la certeza de que Alguien conduce nuestra existencia.

Me encanta cómo se lo dice Dios a Abrahán: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas».
Y añadió: «Así será tu descendencia»

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