23 – La alegría del corazón

... es como un padre de familia

La alegría del corazón

Mateo 13, 44-52

Por José Ramón Ruiz Villamor  – Sacerdote (miembro de  Congregación de San José)

Me gustaría que tuvieses en cuenta un detalle curioso y que al leer el capítulo 13 de Mateo a trozos puede pasar desapercibido: mientras Jesus dirige las primeras parábolas a todos; estas que hoy te propongo, la de Mateo 13, 44-52 van dirigidas especialmente a sus amigos más cercanos.

Recuerda que, de hecho Mateo empieza narrando: Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar… »

En cambio, un poco antes de lo que narra en este trozo, cuenta Mateo: Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle…

Y en ese ambiente, donde están quienes Él ha elegido, sigue diciendo:

«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.

El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?».
Ellos le responden:  «Sí».
Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo»
.

He enfatizado en negrita la parte del texto que me parece conviene que llame tu atención.

Hay, en cambio, una parte de este texto que tiene un tono inquietante: Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Deseo que esta parte, no te despiste del que creo sea el mensaje con el que llenes tus alforjas. 

Y aunque tampoco tengo intención de aguar el vino de la exigencia del evangelio, también te recuerdo que para el evangelio la misma persona no puede ser buena y mala a la vez.

Porque “el malo”, para Jesús, no lo es porque tenga errores o se equivoque, sino porque, en su afán por desbaratar la felicidad que el plan del Padre Dios desarrolla irremediablemente para la familia humana, se olvida de alimentar la sabiduría de su corazón.

Me gusta cómo lo expresa Pablo Neruda “algún día, en cualquier parte, indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”.

Pero tú eres del grupo de los buenos, no lo dudes. Jesús tampoco duda de ello.

La propuesta que plantea este trozo de evangelio afecta más a nuestro modo de vivir en el día a día. A esas vivencias que componen nuestro mundo y que llaman a la puerta de nuestro corazón. A esas que revolucionan nuestros sentimientos y quereres.

Voltaire lo describió muy bien cuando, con una pincelada de humor, decía “buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una”.

Creo poder afirmar sin medias tintas que a Jesús le gustaría que no tengas reparos en vivir la vida como una aventura. Que te zambullas en ella con el espíritu de quien adquiere sabiduría para buscar y desenmarañar las trampas y las pruebas que esa misma vida te plantea.

Algo así lo sugería Víctor Hugo cuando escribía ese hermoso poema que tituló  “Te Deseo” 

( para leerla pincha aquí )

No te inquietes pensando que tu corazón sea malo.

Lo que le pasa es que el mundo de sentimientos que hacen parte de él tiene algunos ingredientes que le agradan (euforia, admiración, afecto, optimismo, gratitud, satisfacción, amor, agrado) y otros que lo arruinan (enfado, odio, tristeza, indignación, impaciencia, envidia, venganza, celos). Cada día la mezcla, distinta, conforma un mundo de vivencias

La propuesta que Jesús te susurra, permite que la alegría del corazón ordene y de sentido al caos de tu existencia.

Si eres una persona sutil, encontrarás que la búsqueda de esa alegría, esa perla fina, ese tesoro escondido en el campo, da profundidad y autenticidad a tus anhelos, a la aventura de tu vida y a ti.

Vivir la vida como una aventura no tiene edad. El corazón no envejece.  Lo aconseja muy bien la parábola del comerciante en perlas finas.

Cuando al final del día encuentras que tu corazón agarrotado se pregunta qué hacer, pregúntate también ¿cuántas veces ese comerciante ha marrado al comprar perlas de escaso valor creyéndolas auténticas? Cada vez que eso ocurre, también ayuda a detectar dónde podamos hallar la de gran valor.

¿Me crees ahora cuando te insinúo que tú eres del grupo de los amigos de Jesús?. Tú buscas lo bueno de la vida. Tú anclas tu felicidad en hacer más felices al mayor número de tus semejantes. No lo dudes. Y sigue.

Cuando hay un valor en la vida que llena mi corazón, el resto de cariños no pierden su valor. Tampoco dejan de ser significativos y de alegrar la vida. Sencillamente se organizan.

Y dejan de orbitar en el caos; y adquieren su dimensión y profundidad.

Por eso, si enamorarse y vivir el amor, es bonito y necesario vivir el Amor, dice el evangelio, es definitivo.

Tu vida aventurera te va dejando claro que el camino de búsqueda del tesoro es divertido. O no. Lo es siempre que se esté dispuesto a recorrer el camino que su búsqueda exige.

Pienso en la madre o el padre cuando se afanan en conseguir que relumbre el tesoro que alberga el corazón de su hija o de su hijo.

¿Hay algo que pueda ser más duro y complicado que acompañarlo cada minuto de la propia existencia? Y a la vez ¿hay algo que sea más grande que el día en que se experimenta la grandeza que alberga el corazón del hijo o de la hija?

Vete ahora al final del trozo de evangelio y lee…

¿Has entendido todo esto?»   Ellos le responden:  «Sí».
Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo»
.

En esa aventura, que cada día vivimos, nuestro corazón también descubre cuánto sea bueno recordar que somos a la vez hijos y padres.

Que educar al hijo es también recordar que nosotros lo fuimos y que lo seguimos siendo. Que cuando la vida te propone vivir la vocación gastándola para los otros, como el ser padres, también descubres que, con el tiempo, vuelves a vivir la aventura de sentirte hijo o hija.

Pero esta vez sabes, por la alegría de tu corazón, de un Padre que te propone ser Hijo nuevo para vivir intensamente, la aventura de ser padre, madre, renovados.

Me imagino que intuyes que descubrir el tesoro escondido en el campo o encontrar la perla fina no terminan con la foto que conmemora el fin de la aventura.

Creo poder intuir que tu alma se ilumina y se colma de gozo cuando al final del día vive la serena sonrisa de saber que esta aventura es eterna.

A modo de dedicatoria te dejo lo que San Pablo, que era bastante peleón y listo escribía a los Corintios (2Co 4,7-15) comentando estas cosas:

Hermanos: Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo

Compañero, compañera… ¡buen camino!

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