Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo
Marcos 10, 35-45
Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)
Siempre he pensado que vivir en cristiano es algo que se decide. Como el ser profesora, médico, casarse o ser padres. Y es que vivir el espíritu del evangelio es una opción a la excelencia.
En la práctica esta es la propuesta que sugiere este trozo de evangelio:
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan,
y le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir».
Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?».
Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda».
Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber, o bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?».
Contestaron: «Podemos».
Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, llamándolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».
A menudo hablamos del amor, de su importancia en la vida; que amalgama y construye familia.
En muchas ocasiones nos preguntamos a qué coste.
Y es que, de alguna manera, todos desean ser princesas o príncipes, conquistar o ser conquistados.
¿Qué es lo que mueve a que una persona decida hacerse siervo?
En alguna ocasión me han entrado ganas de presentar a los novios, a los dos, en el día de su boda, esta propuesta: “Si quieres ser el príncipe en tu matrimonio deberás ser el criado que ventile la casa, ordene el salón, haga las camas, repase los baños, recoja la cocina, haga la colada y la planche…”. La lista no termina aquí, es mucho más larga e incluye numerosas ocupaciones, incluso con los hijos. Tengo otra lista, específica, para los que se preparan al sacerdocio y desean vivir en comunidad.
Por duro que parezca, hay personas, muchas, que sí han firmado esta lista.
No sobre el papel. Con la propia vida.
Siempre que he tenido la suerte de encontrarme con esas personas he contemplado cómo leen este texto dándole la vuelta a la expresión de Jesús. Me gusta, porque así se entiende mejor:
“No sea así entre vosotros, considera a tu siervo como el primero y el más grande entre vosotros”
Voy descubriendo que esas personas, cuando se desviven por los suyos, no piensan que hayan dejado de ser importantes; tampoco tienen la sensación de haberse rebajado para acercarse al necesitado.
En cambio manifiestan la voluntad de conseguir que esa persona a la que están dedicando la vida deje de ser una persona débil e indefensa y llegue a ser la más importante en sus vidas.
Y lo hacen porque “quieren”, es decir, porque conjugan el verbo amar.
¿Recuerdas cuando Jesús, al poner en medio un niño, o al acogerlos entre su regazo decía: “quien se hace como ellos vive el Reino de los cielos”?
Por eso me resulta entrañable y motivadora esta expresión: Cada vez que la vida es áspera, me lo pone difícil y me siento sola, siempre recuerdo que para alguien soy el mundo. Para alguien que me dice “Mamá”.
Pienso que esta pueda ser una interpretación auténtica de este trozo de evangelio.
Así lo entendía también madre Teresa de Calcuta cuando decía:
Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo
Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño
Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida
Sin embargo…
En cada vuelo, en cada vida, en cada sueño, perdurará siempre la huella del camino enseñado.