“Amar al despertador, es vivir con pasión”
Mateo 5, 13-16
Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)
Hay expresiones que ayudan a sonreír.
Como la del premio Nobel de literatura Jacinto Benavente “Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida?”.
O como esa otra más pausada pero igual de intensa de Pablo Neruda: “A nadie te pareces desde que yo te amo”.
O como la que te espeta Jesús en el trozo de evangelio de hoy: “sois la sal de la tierra, sois la luz del mundo”.
Calan hondo.
Exactamente esa es la intención de Mateo cuando después de escribir el texto de la Bienaventuranzas, pone un punto. Y seguido escribe:
«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
Este Jesús del evangelio sorprende y maravilla.
Y nos “provoca” mientras se divierte.
Su objetivo: que veamos con nuestros ojos y saboreemos con nuestra propia experiencia.
¿Crees que la sal se pueda volver sosa? Lo cierto es que la sal no caduca.
¿Es posible imaginar cómo se pueda tapar una ciudad bulliciosa, colocada en lo alto de un monte, como Jerusalén?
Hay “cosas” en la vida que son, sin más.
Y no pueden dejar de ser lo que son. Y lo viven con pasión.
Como el ser madre.
Ciertamente no existe la madre perfecta y hay un millón de maneras de ser madre.
Pero se es siempre, para siempre. Se vive. Hace parte del propio ser.
En el instante que nace el bebé, brota la madre.
¿Quién puede hacer que una madre deje de serlo? Ni siquiera la muerte del hijo.
¿Qué puede ocultar la luminosidad y la vitalidad de una madre?
Jesús desea que con este mensaje calen hondo en ti y en mi dos certezas:
- No te dejes engañar por las apariencias.
- Vive lo que eres; y vívelo con intensidad, con pasión.
Atrévete a tenerle de compañero de camino y descubre quién eres. No vivas tu vida en soledad.
Vive sin miedo y lúcete para que todos te vean.
Mateo lo dice más serio pero no menos atractivo:
«Brille así vuestra luz (…), para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
Me encanta la poesía con que lo dice Tagore:
“cuando el hombre trabaja, Dios lo respeta; mas cuando el hombre canta, Dios lo ama”.
Y me maravilla la sencillez con que San Juan de la Cruz revela tu vocación y la mía.
“Y que Dios sería hombre,
y que el hombre Dios sería,
y trataría con ellos,
comería y bebería“