34 – El infinito en tus ojos

El infinito en tus ojos

Mateo 25, 31-46

Por José Ramón Ruiz Villamor  – Sacerdote (miembro de  Congregación de San José)

Antes de que Einstein enunciara la Teoría General de la Relatividad, nos movíamos felices en la tierra.
La considerábamos nuestro hogar.

Recuerdo que mi madre contaba lo que tenían que andar, en sus años jóvenes,  para ir y volver del baile. Su pueblo era realmente pequeñito y las fiestas junto con sus bailes se celebraban habitualmente en otras localidades. Aquellas caminatas no pesaban; por lo menos las de ida, esperando vivir el baile y la fiesta.

Desde que Einstein revolucionó las dimensiones del espacio y el tiempo, hemos sido capaces de salir de este “hogar” que decimos Tierra y a pesar de los sustos, movernos “felices” buscando encontrar nuevos mundos en el universo.
Einstein, en el fondo, no hizo sino escribir en una expresión matemática algo que las personas ya sabían de mucho antes.

Cuando murió mi madre, una amiga suya me contaba que, siendo mozas, la tenían envidia. Ella, mi madre, que tenía de novio al que luego fue mi padre, iba al baile en el camión de él.
Aquel camión era la envidia de las jóvenes de entonces; permitía desplazarse a otros lugares de un modo realmente rápido. Y lo más importante, podías ir engalanada a la fiesta desde casa, sin tener que cambiarte y otras aventuras.

Nuestro corazón se pregunta cómo será el paraíso, la fiesta, el baile de la vida.

Evangelios como el de Mateo nos inquietan y nos entra el respeto a esto del “ir al cielo”.

Nos causa cierto temor el pensar cómo será el viaje de aquí a “allí”; incluso bromeamos con San Pedro que va controlando quién entra.

Sabemos que “cuando vayamos a ese lugar” seremos felices, como lo eran los mozos o las mozas al llegar la tarde de ir al baile, después de esperarlo mientras transcurrían las semanas trabajando. Con la diferencia que en el Paraíso la fiesta es eterna y, al amanecer, no hay que desandar el camino para volver a trabajar, al día siguiente.

Lo cierto es que no podemos desprendernos de nuestra forma de ver el Paraíso. Nuestra cabeza está acostumbrada a vivir en el espacio y en el tiempo. Y no somos capaces ni estamos preparados para imaginarnos el Paraíso, en el que no hay espacio y tampoco tiempo.  Seremos, dice Jesús, como ángeles y seremos eternos.

Esta parábola que narra únicamente Mateo nos da una clave de interpretación muy bonita.

En ella, Jesús cuenta que es posible vislumbrar cómo será el Paraíso.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Encuentro que la propuesta de Jesús es que todo lo que está sujeto a tiempo y espacio se queda aquí. El resto, todo el resto, cuando llega el momento de ir a la fiesta te lo llevas; se va contigo; algo así como el ir en el camión del novio, y disfrutar del baile sin fin.

Contigo te llevas tu ser, tu persona y tu corazón. Te llevas la capacidad de ser tú, tus ganas de vivir y de bailar, aunque en los últimos años las cojeras te lo hayan impedido.
Te llevas tu vida compartida con intensidad.
Sobre todo te llevas tu forma de “ver”.

Ver
Ver en los ojos de quien tienes junto a ti.
Ver que en ellos reconoces los ojos de tu Dios.
Y ver el infinito del Padre-Madre-Dios que se esconde en ellos.

No es fácil. Lo sé.

Por eso te pido que no tengas miedo.
Sobre todo te ruego que no te desanimes.

Tú sabes, como yo, que conjugar los verbos que propone Jesús exige ser creador de esperanza, como cuando fruto del amor, llega el hijo o la hija a tu vida:
Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedaste, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, en la cárcel y viniste a verme…

Deseo que recuerdes que esto que Jesús pide, tú lo estás realizando cada día.
Sí. No lo dudes. La dificultad que encontramos no está en el hecho de hacerlo.

Lo que resulta realmente difícil, también para mí, es encontrar cada día motivos para seguir, y regenerar el cansancio y el desánimo.

Creo que Mateo desea trasmitir, de parte de Jesús, que ese motivo que renueva mi ilusión, lo encuentro cada vez que descubro la Persona de Dios en los ojos de la persona que tengo delante.

Y eso, aunque sientas que la vida es injusta contigo.

Incluso en el caso que vivas la tristeza, deseo que tengas la suerte de encontrar el infinito en los ojos de alguien que llame a tu puerta pidiendo tu ayuda.

En el fondo, con este trozo de evangelio, estoy convencido que Jesús desea  sobre todo animarte.
Jesús, como tú y como yo andamos el mismo sendero, y calzamos las mismas alpargatas.

Por ello, permite que te dedique, a modo de agradecimiento, por tu ilusión en ser persona que regala cariño y como homenaje por seguir haciéndolo, a pesar de las frustraciones, una frase de Tagore:
“Dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría”

Te adjunto también en este enlace un video siempre antiguo y siempre actual. Me gusta la propuesta de esta canción. Estimula a que sigamos trabajando en abrir nuestra mirada a las realidades que llaman a nuestras puertas en esta tierra que sigue siendo nuestro hogar.

Para escuchar pincha aquí  
«No me llames extranjero»
(Rafael Amor)

Gracias por vivir así,
por seguir soñando,
por gastar tu tiempo y tu vida
por tratar de que este hogar,
que llamamos tierra
sea más humano.

Y sonríe.

Que sepas que cada vez que alguien, al recibir de ti tu gesto cariñoso, te mira, también ve el Infinito en tu mirada

para descargar el pdf pincha aquí

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