El atractivo de lo auténtico
Lucas 5, 1-11
Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)
«Deseo que alguien, que realmente lo necesita, llame a tu puerta y te pida ayuda».
Eso es lo que sugiero a la persona cuando el dolor llama dramáticamente a su puerta.
Considero sea una excelente receta para regenerarnos en toda circunstancia en la que el dolor nos atenaza y encierra.
Es una propuesta que he aprendido del evangelio: salir de nosotros mismos e ir al encuentro, hacia los demás.
Pero, aunque sea una excelente receta, no te engañes, no es obligatoria; siempre es una opción.
Cuando la elegimos vivimos una vocación. En caso contrario, lo que realizamos se parece más a una profesión.
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
A pesar de lo que pueda parecer, al leer este evangelio, la vocación a ser sacerdote o a la vida consagrada es una de entre las mil vocaciones que hacen parte de la vida de las personas.
Y entre ellas, una de las más significativas y hermosas, creo sea la de ser madre o padre.
Así, por ello, me pregunto ¿cuándo se activa la vocación de madre? ¿Qué provoca que una persona se sienta llamada a ser padre o madre?
¿Puedo pensar que el momento más significativo es cuando se recibe en brazos al hijo recién nacido, indefenso y necesitado de todo el amor que una persona es capaz de regalar?
¿Es ese mismo momento en el que esa persona que ha dado a luz acepta dedicar sus esfuerzos, amor y atenciones?
Entiendo que eso es, sencillamente, vivir la propia vocación.
No es fácil vivir la vocación en autenticidad. Implica vivir de acuerdo con lo que realmente soy, sin engaños. Supone hacer la magia de proyectarse al futuro y a la vez, dando importancia al momento presente.
Vivir la autenticidad lleva de la mano adquirir sabiduría y reconocer de qué pasta estoy hecho, con profundidad, sin hipocresía.
Vivir mi vocación en autenticidad es querer seguir comprometiéndose con honestidad en mantener una conexión abierta con otras personas que necesitan de mí, con los demás, a pesar de lo duro que, en ocasiones, es.
Así, ser auténtico es sentirse cómodo con la vulnerabilidad, aceptar que, a pesar de mis anhelos, no soy capaz de llegar a todo o de aportar todo el bien que me gustaría.
Es reconocer que con mi vida colaboro en el proyecto del Dios de la Vida.
Y, a pesar de los años y de las canas, dejarse seducir por este Dios que cada día me sorprende.
Y sonreír al comprobar que es tan creativo, que puedo vislumbrar en los ojos de cada vida nueva, el atractivo de lo auténtico.