“El amor es como un aroma”
Mateo 5, 38-48
Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)
“En el amor no hay inteligencia ni estupidez.
El amor es como un aroma, como una corriente, como la lluvia.
Sabes, cielo mío, tú llueves sobre mí y yo, como la tierra, te recibo”.
Estas letras hacen parte de una de las 25 cartas subastadas en 2015 y que 70 años antes la mexicana Frida Kahlo había escrito a su amado barcelonés Josep Bartolí.
Las redes sociales dicen que es la carta de amor más bonita del mundo.
Opino que el valor del trozo de evangelio de hoy es por lo menos equivalente a los 136.000 $ que las 25 cartas adquirieron en aquella subasta.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
Lo común, lo habitual, lo que casi todos hacemos es aprender de la vida y del amor cuando nos asaltan los problemas y lo echamos en falta.
Lo extraordinario, lo difícil, lo ideal, lo que hace parte de esas poquitas y maravillosas personas sabias y sensibles, es adquirir la sabiduría de cultivar el amor cuando todo parece que va bien.
Porque es, precisamente cuando todo va “sobre ruedas”, cuando alguien está esforzándose para que eso sea así.
Opino que este trozo de evangelio sugiera cómo prestar atención a las personas que te rodean.
Pero no solo para evitar los problemas.
Sino más bien y sobre todo para cultivar las relaciones y transformar la convivencia en un paraíso.
Por eso te sugiero que para entender la sensibilidad de Jesús te hagas las siguientes preguntas:
- ¿Qué corazón palpita en el pecho pacífico ante quien hiere y agrede?
- ¿Qué persona soporta con agrado los tortazos físicos y sobre todo esos otros que ofenden y humillan?
- ¿Qué ser humano está dispuesto a ser generoso ante quien le amenaza con pleitos?
- ¿Quién, en esta tierra, da siempre sin demora e incluso se anticipa antes de que se lo pidan?
Me encanta como lo plantea Jesús.
Porque la primera impresión es que en este mundo no hay nadie que tenga la valentía de cumplir estos requisitos.
Pero opino que esta sea una de esas “trampas” que le gustan a Jesús.
Y lo hace para que aprendamos a fijarnos en esas personas que jalonan la jornada de infinitos detalles de amor.
Si te paras a pensar un momento, coincidirás conmigo en que más de la mitad de los habitantes del mundo cumplen estas sugerencias; sobre todo si eres padre o madre. Entonces oyes una voz interior que responde “ese corazón es el mío”.
No importa cómo tu hija o tu hijo se comporten contigo. Todo lo soportas porque es el hijo, la hija de tus entrañas.
Por esto, me considero optimista y opino que el mundo puede tener más arreglo del que imaginamos.
La propuesta del evangelio va más allá de agradecerte por amar a quien es criatura tuya.
Incluso ahonda mucho más de lo que pensamos en el interior de cada ser humano.
La entendemos mejor si nos paramos a observar las guerras de todos los tiempos. También las de nuestros días.
¿Es posible ver en ese soldado que, enemigo, te dispara con odio, al hijo que una madre ama con amor entrañable?
En el fondo, la paradoja que, creo, propone el evangelio es… ¿qué ocurriría si viéramos en cada enemigo el rostro de un hijo? ¿Realmente es siempre un imposible? Y entonces… ¿en el cielo…? ¿Podría ocurrir en el cielo?
Creo que ahí queda el reto de este provocador evangelio. Que no es tan romántico como las cartas que escribía Frida Kahlo, ni tan poético como un maravilloso soneto de Lope de Vega que empieza así:
“No me mueve, mi Dios, para quererte,
el Cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el Infierno tan temido,
para dejar por eso de ofenderte”. . .
Pero, tengo la impresión de que todos ellos respiran el mismo aroma.
Como tú también en cada gesto de amor a tus hijos.