VB Pascua – Amor de madre . . . de Padre

Amor de madre . . . de Padre

Juan 15, 1-8

Por José Ramón Ruiz Villamor – Sacerdote (CSJ)

¡Qué difícil es vivir la libertad y a la vez sentirse protegidos.

Desde jovencillos, todos deseamos ser libres. Pero con los años vamos aprendiendo que la libertad lleva engarzada la soledad.

Quizá por ello, en ciertas circunstancias, preferimos escoger el sentimiento de filiación y de pertenencia en contra nuestra propia libertad.

Mientras que por una parte necesitamos sentir que somos dueños de nuestro proyecto de vida, por otra parte nos tomamos en serio sentirnos parte de algo superior  a nosotros mismos.

Pero como la libertad emerge siempre contra la protección que supone la pertenencia, nos entra el miedo y vivimos el sufrimiento de este gran drama.

Así cuando al mirar atrás vemos cómo, en nuestro afán de libertad juvenil, decidimos alejarnos de las faldas de la madre nos entra la melancolía. 

En esta maraña de vivencias resulta siempre sorprendente la propuesta de Jesús en el Evangelio:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Sin tapujos, Jesús con el corazón en la mano, te tira los tejos: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Y así tu corazón y el mío se plantea qué hacer con el tesoro de la propia libertad.

No es fácil dejarse amar cuando llevamos tantos años desentrenados.

Y tampoco es sencillo dejar que sea Dios quien nos ame, cuando ponemos juntos ese corazón tan grande que tiene y vemos el nuestro tan pequeño.

Lo cierto es que el evangelio propone aventurarse en ello sin miedo, con plena confianza de que los resultados serán sorprendentes.

Para que visualices esta propuesta te propongo esta historia (es viral en las redes):
enlace videohttps://www.facebook.com/watch/?v=10156756243260403

o que la leas:

Cierto día, cuando Edison tenía ocho años, llegó del colegio apesadumbrado porque su maestro le había encomendado entregar una nota a sus padres. Su madre, Nancy Elliot (1810-1871), la leyó bajo la atenta mirada del pequeño.

– ¿Qué pone? –acabó preguntando.

Con lágrimas en los ojos Nancy leyó a su hijo el contenido de aquella breve misiva:

– “Su hijo es un genio, esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para enseñarlos. Por favor, enséñele usted en casa”.

Nancy abrazó a Thomas y le dijo que no se preocupara, que a partir de ese momento se encargaría personalmente de su educación. Y eso fue exactamente lo que sucedió.

Su madre no le debió hacer nada mal, si tenemos en cuenta que a los 15 años Edison comenzó a trabajar como telegrafista y, un año después, alumbró su primer invento: un repetidor automático capaz de transmitir señales de telégrafo entre diferentes estaciones. A este le seguirían más de mil inventos.

Muchos años después, cuando Nancy ya había fallecido y Edison era un inventor reconocido a nivel internacional, encontró por casualidad la nota. Cuál fue la sorpresa cuando leyó sobrecogido el verdadero contenido de aquella nota:

– “Su hijo está mentalmente enfermo y no podemos permitirle que venga más a la escuela”.

Edison lloró amargamente tras conocer la verdadera historia. Cuando se repuso, escribió en su diario: «Thomas Alva Edison fue un niño mentalmente enfermo, pero gracias a una madre heroica se convirtió en el genio del siglo».

Así, con sencillez,  deseo decir “GRACIAS”  a mi madre, y en ella a cada MADRE

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