TO-25C- Amistad: el vino de la vida

Amistad: el vino de la vida

Lucas 16,1-13

Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)

Es indudable, el dinero mueve pasiones, genera héroes.
Pero, sobre todo, gesta villanos porque el atractivo hacia el dinero no se origina con el aumento de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos.

En el eterno debate sobre si el dinero es deseable o es malo, el evangelio de Lucas considera que quien es hábil para crear riqueza lo ha de realizar para servir al ser humano.
En cambio es injusto y reprobable quien se sirve del ser humano para acrecentar sus riquezas.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.

El administrador se puso a decir para sí: “¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.

Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió: “Cien barriles de aceite”.
Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó: “Cien fanegas de trigo”.
Le dijo: “Aquí está tu recibo, escribe ochenta”.

Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido.
Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.

Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.

El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?

Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

Qué potente me parece la aseveración “ganaos amigos con el dinero de iniquidad”.
Opino que nos centra en la intención de Jesús.

En la propuesta de andar el camino del evangelio, Lucas nos va transformando en “prójimos” de Jesús. Y, a la vez, nos va transparentando los pensamientos que rumia Jesús.
Algo así como le sucede a todo padre y a cada madre cuando, en los desvelos, piensa en cómo forjar el carácter y la felicidad de sus hijos: “¿será capaz de vivir independiente?”, “¿tendrá suerte y conseguirá un empleo?, ¿podrá mantenerlo?”, “¿cómo ayudarle sin que me rechace y pierda la autoestima?”…

Así caemos en la cuenta de cómo Jesús, con el fin de afianzar los criterios que sustentan nuestras decisiones, a lo largo del camino, va desgranando consejos que trasparentan sus preocupaciones: “entra por la puerta estrecha”, “sé prójimo”, “pospón a tu familia”,…

Son consejos dirigidos al corazón que desea vivir la libertad y elegir el Reino.

El texto de hoy añade un ingrediente más: “la pasión por el dinero invalida la pasión por la vida”.

En Jesús esa pasión por la vida implica la necesidad de sembrar amistad. Pero no solo la amistad que viene de esas personas que te aprecian y con las que te encuentras a gusto.

La propuesta del evangelio es esforzarse en ser prójimo con toda persona humana.
Y es que cada persona es hija de Dios.

Es más, según Jesús, cada afán dirigido a respetar, valorar y atender a todo ser humano es el camino privilegiado para sanar tanta injusticia y cultivar un mundo más humano y más divino.

El pícaro administrador del evangelio de hoy  viene a sugerir con desparpajo que esos amigos te llevarán donde el dinero no puede.
Y te propone que cada vez que los miedos te acechen
y pienses que se puede ser joven sin dinero, pero no ser viejo sin él, seas valiente; y que juntos alcemos las copas con el vino nuevo de la amistad y de la Vida
y brindemos:

“Que podamos, con dinero, comprar las cosas que el dinero puede comprar.
Pero sobre todo que, aún con las cojeras de los años, sigamos sintiéndonos jóvenes e idealistas y alimentando la pasión por cultivar “esas cosas” que el dinero no puede comprar”.

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