Amante de la Vida
Lucas 21, 5-19
Por José Ramón Ruiz Villamor Sacerdote (miembro de CSJ)
Dicen que la vida no te “quita” cosas,
sino que te “libera” de ellas para que puedas volar más alto.
Algo así, creo, desea transmitir Lucas con este trozo de evangelio.
Todos pensaban que, con la destrucción del Templo de Jerusalén desaparecería el pueblo de Israel.
Pero, no fue así.
Y Lucas lo sabe cuando escribe este texto, pues el Templo de Jerusalén ya ha sido destruido.
Entonces, ¿por qué lo escribe?
Todos creían, incluso los seguidores de Jesús, que el Templo fuese imprescindible en el camino de la fe.
Pero, al desaparecer, algunos intuyen que cuando la vida te arrebata algo que consideras importante, la libertad del Evangelio puede aportar mucho sentido a la vida.
Por ese motivo Lucas escribe este trozo de evangelio. Con él trata de preparar a su comunidad a vivir el cristianismo sin miedo: aunque de hecho los cristianos serán perseguidos, eso no será el final.
En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
Como puedes comprobar, a pesar de lo que aparentan las descripciones apocalípticas, entre líneas, el evangelio de Lucas desea inocular serenidad y realismo.
Por una parte, la experiencia nos dice que los reinos de este mundo provocan guerras y catástrofes, empañan los proyectos de la humanidad y dan al traste con el empeño por programar una vida mejor.
A pesar de eso, Lucas invita a confiar.
Porque el anhelo de una vida mejor que propone el Evangelio no es un espejismo ni un modo de evadirse de la realidad. Tampoco desea engañar y meter el miedo en el alma para que nos abracemos a Dios.
Sino todo lo contrario. Sugiere que la vida nueva que anuncia el evangelio no está en manos de los hombres sino en las manos del Dios que es amigo de la vida.
Y la destrucción del Tempo es una demostración evidente: a pesar de lo que todos pensaban, no ha supuesto ni el fin del mundo ni el fin de la historia.
Es más, la vida sigue siendo un reto hermoso al que cada día volver a zambullirse.
Así te invita a evitar el desespere.
Aunque vivas el desastre que supone que la vida te robe cosas que consideras importantes.
Incluso te sugiere que siempre y especialmente en esas circunstancias, te atrevas a abrir los ojos nuevos.
Esos ojos que como el alma de un niño cada mañana se iluminan y se hacen sonrisa que enamora.
Esa alma que se maravilla cuando percibe que algo nuevo está surgiendo.
Esa novedad que siempre se sorprende como cuando renacen los brotes nuevos y tiernos de primavera
Así, algo así, pretende este texto hoy: ser una bocanada de aliento a renovar el modo de ver tu vida. Ser un abrazo “apretujao” que te invita a seguir buscando a Dios con toda el alma y todo el corazón.