31- Dímelo andando

Dímelo andando

Mateo 22, 34-40

Por José Ramón Ruiz Villamor  – Sacerdote (miembro de  Congregación de San José)

No.

No voy a hablar sobre el amor que es el contenido del amar.

No porque no ame, incluso con mis odios.

No porque sea difícil e incluso complicado hablar sobre el amor sin implicarse personalmente, e incluso sentirse en la coherencia y en el miedo de hacer algo de destape.

Hay dos motivos que me impulsan a guardar silencio en ello.

La vivencia del amor es muy rica en cada persona, enorme en la pareja, grandiosa en la familia, . . . y, según vamos alargando nuestras relaciones, la variedad de matices sobre la vivencia del amor se transforma en colosal, extraordinaria, grandiosa. Considero que lo que pueda aportar con mi reflexión sobre el amor es solo una gota más en el océano.

El segundo motivo incide en el sentido que llevan mis propuestas de reflexión: colaborar en que puedas acercarte al trasfondo que esconden las palabras del evangelio; de Mateo, en este caso; animarte a seguir dialogando con el evangelio; que sea vivencial en ti, estimule tu mundo intelectual, hinche las velas de tu libertad y, sobre todo, que te permita incorporar, con naturalidad, a tu mundo de relaciones el amorío, el enamoramiento, el idilio, la aventura, la intimidad. . . con Jesús, con Dios.

Te propongo que al leer el trozo del evangelio de Mateo…

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?».
Él le dijo:
«“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

…puedas observar la filigrana que teje Jesús.

También te ruego no te dejes llevar por el instinto que, en automático, nos susurra: “el mandamiento del amor”.

Te pido que ignores la idea de mandamiento y, en cambio, te dejes camelar por la sugerencia de que amar a Dios y amar al prójimo, en Jesús, se solapan, exigen salir de uno mismo y son activas.

Ambos amores, a Dios y al prójimo, implican de la persona que las realiza ponerle ganas, con matices distintos, pero ambos casos “dímelo andando”.

Amar al Dios, que no veo, pone en movimiento la fe, hasta tal punto, que la opinión generalizada es que amar a Dios implique una vivencia más espiritual, menos tangible, incluso mística.

Amar a otras personas exige, habitualmente, querer, sacrificarse, estar dispuesto, poner de sí mismo. Conjugar el “amar” de este trozo de Mateo implica permitir que personas con carencias y necesidades entren en tu vida y la trasformen.

Cuando dejas que eso ocurra, el amar al prójimo es tan real que no tiene término medio.  Puede hacer de ti una persona feliz y también dolerte tanto que necesites una dosis extra de voluntad.

Como puedes comprobar, hasta ahora no he aportado nada nuevo a tu experiencia.

Sobre esta vivencia que ya conoces, permíteme añadir dos curiosidades; o, mejor, una paradoja.

Jesús afirma en su evangelio que para cultivar la relación con Dios necesitas entrar en tu interior y encontrarlo allí. Dice en Mateo 6,6 “Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto”.

La segunda curiosidad la intuyes según la lees: Jesús dice “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Pero… no acabamos de sugerir que en tu interior es donde encuentras realmente a Dios?

La paradoja o filigrana que hila Jesús está en que para “amar el prójimo” necesito salir de mí mismo e ir hacia él; simultáneamente Jesús me invita a realizarlo en el modo como “me amo a mi mismo” que en la práctica es donde encuentro a Dios.
Así que Jesús parece decir que amando al prójimo, que veo, en realidad estoy amando al Dios que no veo.

Primera parte de la filigrana: Encuentro a Dios en mí interior, el prójimo es Dios y Dios es el otro.

Pero… te ruego tengas aún más comprensión y permitas dejarte llevar por la propuesta del evangelio que te sugiere cambiar la perspectiva.

Recuerda que en la famosa parábola del samaritano Jesús pregunta a su interlocutor “¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”

Desde esa perspectiva, no te olvides que tú eres el prójimo del otro del mismo modo que él lo es para ti. Lo que, para Jesús, implica que tú eres Dios para el otro.

¿Qué te parece?

Sigamos con la filigrana que teje Jesús con la parte de las oraciones que son los “predicados” de ambas afirmaciones de Jesús.

«“… con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.

 “… como a ti mismo”.

La interpretación que sugiero es que mientras el verbo “amarás” provoca la idea de mandamiento, al observar esta parte de las oraciones creo que Jesús no desee enfatizar tanto el deber, sino que realiza una descripción de en qué consista realmente el hecho de amar.

Estoy convencido, que Jesús esté echando en cara el egoísmo de sus adversarios.

Pero también interpreto que Él desea que tú sepas que amar es una vocación.

Así que, en realidad pienso esté describiendo cómo amas. Sí.

Recuerdo lo que las madres lo expresan al acoger en su regazo su criatura recién nacida. Me parece entender, por sus expresiones, que ese sea el momento en que sienten en su corazón la misión, la responsabilidad, el deseo, la vocación de ser madre. Es a partir de ahí en que no hay sacrificio que supere esa vocación.

Así, creo que Jesús intenta susurrarte, con la filigrana que ha urdido, que “tu amas con la intensidad que pone en marcha tu alma cuando ama de corazón; y que lo haces del modo como tú te amas a ti mismo, es decir, como Dios te ama a ti”.

De tal modo que, al amar, eres la expresión real del amor de Dios.Tu amar salva de un modo misterioso las distancias y hace tangible el cariño de Dios.

Quien recibe tu caricia, quien escucha tu palabra de aliento, quien siente tu amor, está recibiendo, escuchando, sintiendo a Dios.

No deseo que pienses que esto sea una sensiblería.

Para que lo veas con tus propios ojos te ruego sigas leyendo qué cuenta Mateo en su evangelio. A partir del versículo 40 en que termina este trozo de evangelio.

https://conferenciaepiscopal.es/biblia/mateo/#cap23

Te sorprenderá comprobar que, en esta ocasión, es el propio Jesús quien plantea a sus adversarios una pregunta que los vuelve locos y deja boquiabiertos.

Es el momento que aprovecha para decir unas cuantas cosas “verdades” que encuentras hilvanadas todas de seguido en el capítulo 23. Todas ellas vienen a desgranar cómo sea la realidad del amar y del corazón que a Él le gusta.

Amar es distinto de ser solidario o ser altruista. Al ser solidarios evidenciamos la grandeza del ser humano.

Amar, en perspectiva cristiana no se queda en hacer el bien. Es sobre todo gastar la propia vida en vivir la vocación de amar.

Amar, así, en la mayor parte de las ocasiones no es fácil. Hay personas que disgustan, situaciones que desagradan y te obligan a superar el sentimiento de rechazo incluso de odio que invade.

El amar del evangelio es, más bien, difícil. Te obliga a rebuscar en tu interior motivos para seguir. En ese interior donde encontrando a Dios te encuentras a ti.

El amar de Jesús es una pelea con Dios, que es un mandón y le gusta que sea Él quien guíe el actuar, el vivir, el sentir.

Por eso  amar en cristiano es una vocación que trasparenta la grandeza de Dios.

Por eso, también ocurre que, cuando amas como Dios quiere,  en esa experiencia,  te das cuenta que la otra persona y tú albergáis la semilla de la eternidad.

Es entonces cuando la serenidad hace parte de ti y conjugas el verbo ser feliz.

Es, en esa vivencia, cuando tocas con los dedos y sientes la satisfacción de  estar haciendo realidad hoy, aquí, ahora el Reino del que habla el evangelio

Me viene a la memoria María, cuando,  se turba, consciente del mensaje que trasmiten las palabras del Ángel.  Admiro su entereza y disponibilidad a ser madre de un proyecto de vida que lleva por nombre Jesús.

Me entra la curiosidad al pensar que Jesús haya aprendido a tejer su fina filigrana del amor de la mano cariñosa del corazón de su madre y… del silencio de José.

Me parece estar oyendo, a María, decirle a Jesús, “anda cariño, dímelo andando”.

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