30 -¿Me ama…. No me ama…?

¿Me ama…. No me ama…?

Mateo 22, 15-22

Por José Ramón Ruiz Villamor  – Sacerdote (miembro de  Congregación de San José)

Sugiero que sigas el consejo Saint-Exupèri en el Principito: “lo esencial es invisible a los ojos” y lo apliques al evangelio de hoy.

Como haces con la vida de andar por casa.

Al leer el trozo del evangelio de Mateo, recuerda que Jesús ha llegado a Jerusalén desde su tierra, la fértil Galilea. Sabe que en pocos días no le quedará más remedio que cumplir con su vocación y dejar que su gente le crucifique. 

A pesar de ello, está decidido a no dejar pasar las ideas de las personas que adormecen los ideales, agarrotan los corazones y los vuelven egoístas e injustos; esas conciencias que cultivan el miedo a Dios y lo visten de juez de los hombres y a estos con tantos derechos como riqueza posean.

En ese debate con quien no lo acepta, ni a él ni a su propuesta, cuenta Mateo que…

se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas:
¿es lícito pagar impuesto al César o no?».
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto».
Le presentaron un denario.
Él les preguntó:
«De quién son esta imagen y esta inscripción?».
Le respondieron:
«Del César».
Entonces les replicó:
«Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

Con frecuencia se oye que Jesús, establece con esta respuesta, la separación entre el poder del estado y la Iglesia.

Es habitual, también, enfatizar la conveniencia de situar a Dios en la vida por encima y lejos del afán por el dinero; con las consecuencias que ello implica.

Sin duda son reflexiones importantes en las que no incido. Es fácil encontrarlas.

Con esta propuesta de reflexión deseo centrarme más en el corazón de Jesús y tratar de entender con más hondura qué albergue su respuesta famosa a preguntas pensadas para descolocarlo.

Así pues: ¿qué provocó su respuesta cuando se encontró de sopetón con la preguntita pensada por el “político” tramposo de turno?

Me parece observar que, en nuestros días, en nuestro entorno, también crece una agresividad social ejercida por personas con formato “democrático”.

De entre todas esas “pacíficas” personas y circunstancias, que promueven la cultura del ciudadano en oposición a la promoción de la persona e imponen su criterio sobre qué sea válido y bueno, te propongo  centres tu atención en tu propio entorno. En esas personas que amas y que son tu gente.

Que contemples lo difícil que resulta evidenciar lo esencial, que emerja lo que consideras sea la finalidad de tu vocación por encima de intereses variados.

Me sonrío al identificar este trabajo con el gesto de deshojar la margarita diciendo “me quiere… no me quiere” y pensar cuántas veces necesitamos defender lo que importa en los debates, con quién compartes la vida, con los hijos, con los compañeros de trabajo.  Parece un deshojar la margarita sin llegar nunca al fondo de la cuestión.

Creo que Jesús se encuentre en la misma diatriba.

Pienso que con su respuesta Dad a Dios lo que es de Dios consiga centrar el debate sobre cual sea lo esencial.

Por cierto, sábes que una de las leyendas bonitas asociadas a la flor de la margarita cuenta que las mujeres romanas sin recursos, al no poder lucir perlas, engalanaban sus cuellos con guirnaldas de margaritas?  De tal modo que como los romanos llamaban “margaritifer” a las colonias de ostras de donde se obtenían las perlas,  y “margaritaria” a las mujeres que comerciaban con perlas se terminó llamando margarita a las flores que sustituían las perlas en el adorno.

Te cuento esta historia porque me recuerda al fondo del evangelio de hoy. Cuando se regala una margarita a quien se ama  ¿trae cuenta deshojar una margarita para adivinar qué sea más precioso si la flor o la perla?.

Por ejemplo ¿qué puede ser más importante para un hijo?  ¿La necesidad de protección de la familia? o ¿prosperar en su vida?.

Jesús, en su respuesta, da la vuelta a la perspectiva y viene a decir: “lo más importante para ese hijo o hija, para su felicidad, sería que se pudiera cumplir lo que su madre desea para él”. Lo mismo vale con el padre.

A Jesús le interesa que el hijo, impregne sus decisiones de la perspectiva de la madre y/o del padre.

¿Cuáles son las cosas de Dios? Las mismas que las de un padre o una madre: gastar su propia vida realizando lo que consideran que sea lo mejor para los suyos y esperando sin fin, que ese hijo o esa hija, al vivir su vida en libertad, lo recuerden siempre.

Recuerda lo que dice Juan al comienzo de su evangelio con un lenguaje cautivador, hondo: Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Lo esencial para Jesús no está en que tú y yo valoremos mucho o poco el dinero de la nómina trabajada. Es que nada empañe tu conciencia y la mía de sentir: “soy hijo de Dios”.

Vivir así es percibir que haces parte de una historia que viene desde antiguo, que es común a todo ser humano, aún con sus diferencias culturales. Es agradecer a tus padres gastar su vida trasmitiéndote su vocación. Es vivir tú, sabiendo que no estás solo y que tu felicidad la ves en los ojos de las personas que te rodean. Es sonreír cuando contemplas a los que te siguen. Es confiar que elijan como te gustaría. Es aceptar que elijan lo que su corazón les dice. Es abrazar el corazón del Padre de la vida y susurrarle al oído “Padre nuestro…”

En el fondo, lo esencial para Jesús, es que recuerdes que cada vez que te dejas crucificar por los tuyos ese Padre de la Vida, al que te abrazas, te regenera y te resucita.

También té eres su hija o su hijo.

Y que, por ello, en esos debates de vida, que te obligan a deshojar la margarita intentando encontrar la decisión buena, los hagas sabiendo que al final siempre sale “me ama”.

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