La primavera es novedad
Juan 1, 35-42
Por José Ramón Ruiz Villamor
Sacerdote (CSJ)
La primavera siempre es novedad. No nos acostumbramos a su llegada. Cada año, vuelve a ser regenerador. Con la explosión de vida nueva, como por encanto, se nos olvidan las asperezas del invierno.
Lo mismo que nos sucede con la primavera, tener la suerte de vivir la novedad en el día a día, es senda de felicidad.
Así, cuán deseable es el encuentro y la visita de la persona risueña, alegre, vivaz. Qué hermoso el regalo inesperado, el aroma de la fruta nueva, la tarde trascurrida con la escusa de una milhoja reciente.
Qué bonita la ilusión de poder emprender un viaje, en compañía.
Entre tantas novedades que regeneran la sonrisa, creo poder afirmar que hay una especial: trabar una nueva amistad o recuperar una antigua.
Lo sé, lo sabes: la amistad buena cambia; pone en marcha el espíritu de los Magos; se respira hondo y fresco; la salud y la ilusión se regeneran.
Incluso nos sentirnos vitales y rejuvenecidos.
Por el contrario, aunque el día a día nos proporcione mucha actividad, vivir la soledad suele ser poco agradable.
Cuando al amanecer de cada nuevo día, tomamos el café con los aromas de la monotonía, compartimos las comidas precocinadas con las consabidas preocupaciones de nuestro entorno y nos las llevamos a la cama como compañeras inseparables, nuestro corazón se vuelve más y más estoico a la par que nuestro interior va deseando crecer en la autenticidad.
Con este tipo de vivencias a las espaldas, te propongo leas el evangelio de Juan:
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:
«Este es el Cordero de Dios».
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «Qué buscáis?».
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?».
Él les dijo: «Venid y veréis».
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)».
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)».
Como puedes ver, este trozo de evangelio sugiere una propuesta que no es nueva ni para ti ni para mí: “recorrer el camino de amistad con Jesús de Nazaret”.
Quizá por ello, te ruego, des vueltas a este pequeño, sencillo y primaveral diálogo:
– Los dos discípulos a Jesús: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?».
– Jesús a los dos discípulos: «Venid y veréis».
El caso es que, te animo a que aceptes la invitación de Jesús, te dejes tentar por ese “Ven y Verás”, entrelaces ilusión y realidad, calces ropa de caminante, brindes por el nuevo año que acabamos de empezar, vayas y veas… y que de su mano empieces una nueva relación en tu vida, o renueves la que ya tienes. Eso lo dejo a tu elección.
Te animo a que veas dónde vive Él, qué le inquieta, cómo es su mirada, qué le apasiona y según los días, te rías o te enfades con Él…
Y así, al experimentar, cómo palpita su corazón, vivas la serenidad y la confianza. Pero sobre todo te arriesgues a seguir creyendo que la vida es una hermosa aventura que merece la pena vivir y compartir.
Con el año nuevo, que acabamos de echar a andar, tenemos un paquete de deseos que confiamos realizar con éxito: salud, encuentros, abrazos, miradas, conversaciones, trabajo, compartir ratos de café o chocolate, discutir, confrontarnos, quehaceres de casa, inquietudes por los que amamos…
Todos y cada uno de ellos, junto con los hijos, sobrinos o nietos, son expresión de la necesidad continua que tiene nuestro corazón de abrirse a la novedad y a la sorpresa. Sobre todo manifiestan la pasión por seguir contemplando nuestra vida en proyección de futuro.
Porque, aunque la realidad sea tozuda, al chocar nuestras copas con las personas que amamos, no solo hemos deseado que la primavera siga en nuestras vidas, sino que, como una bendición, nos hemos comprometido a que este año, de verdad, cada jornada viva en novedad, ande la senda de la autenticidad y por ende de la felicidad.
Hoy el Evangelio te tienta a volver a zambullirte en el mundo de Jesús de Nazaret. ¿Lo crees posible?
A pesar de que los textos del evangelio nos trasmitan las mismas palabras que desde antaño vienes oyendo sé que es posible.
Mi corazón y el tuyo ya no son los mismos. Ambos somos un poco más capaces de otear la vida con otros ojos y con otros oídos: somos un poco más sensibles a propuestas nuevas que esconden sabidurías antiguas.
Y, a ambos, a pesar de las apariencias, les gusta lo auténtico y siguen siendo valientes.
Por ello, como te considero compañero y compañera de camino, brindo por ti y tu vocación en este nuevo año:
Que tu animoso corazón siga abriéndose a la Novedad.
Que puedas sonreír a la vida. Esa misma que ahora, agazapada, palpita bajo la nieve: será exuberante con la primavera.
Que tengas con quien compartir esa Vida, hoy, mañana y siempre.
Eres motivo de alegría y Buena Noticia.
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